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Tres textos de homenaje a María Elena Wash

Niñez

Como parte de las actividades desplegadas por el Centro Cultural Kirchner en homenaje al 91 aniversario del nacimiento de María Elena Walsh, y a través de tres textos especialmente escritos para esta oportunidad, Chiqui González, Graciela Perosio y María Moreno rinden homenaje a las diferentes facetas de una creadora e intérprete cuya figura sigue vigente y cuya obra sigue uniendo, inspirando y haciendo jugar, cantar y reflexionar a varias generaciones de argentinos y argentinas.

Esa costumbre de nacer

Por Chiqui González

María Elena Walsh tiene la costumbre de nacer cada 1º de febrero y nos preguntamos: ¿para qué vuelve a nacer si siempre está viva? ¿Será, tal vez, para que festejemos su cumpleaños?

Lo cierto es que la juglaresa moderna vuelve a nosotros con sus ojos irlandeses y su extraordinaria imaginación, para recordarnos a los que vivimos en “el país del nomeacuerdo” cómo seguir sosteniendo la Cultura Argentina con igualdad, multiculturalidad.

Ella lo está diciendo porque fue capaz de una fusión única y creativa para volver populares al Arroyo Maldonado, los trenes de Ramos Mejía a la Capital, los limericks, la copla arcaica norteña, el lunfardo rioplatense y el absurdo literario, para dejarnos una obra estremecedora.

Su producción artística no solo crea una nueva cultura de las infancias, sin estereotipos ni tonteras, sino que establece con sus cuentos, poemas y canciones un puente, vínculo entrañable ENTRE grandes y chicos que termina con las duplas binarias para dibujar un camino de belleza e ironía que nos describe, nos ve, nos mira, nos abriga y nos pregunta como Nación, pueblo, país.

Enamorada del lenguaje, la nieta de Lewis Carroll -como gustaba llamarse- ama el aparente sin sentido, busca hacer aparecer la vida palpitante que trasciende los vínculos de la lógica formal manifestando que el tiempo no nos pertenece y mostrando las estrecheces de una mirada de época, de un discurso homogéneo. Se anima al disparate, a lo inverosímil, a mirar con los ojos de los primeros años de vida, a tomar la metáfora al pie de la letra, extraviar la acción y plantear la situación imposible, los acertijos de la imaginación.

De este modo, la cantante crea letras y vocablos, da vida a reinas sin poder y de poca monta y todo adquiere magia en su mundo poético: la naranja, la geometría, el juego y la libertad. Así crea entrañables personajes que atraviesan situaciones asombrosas y pasan a construir la banda sonora de nuestra existencia. Desde un tiempo libre y enriquecedor nacen Osías, Manuelita, la Reina Batata, el Mono Liso y tantos otros que vienen a demostrar que los universos imposibles existen en todas las generaciones y en todas las edades.

¿Hasta dónde extenderá nuestra compositora la significación para alcanzar el sentido? Lo hará creando textos refrescantes, llenos de tensiones, épica y emociones, en los cuales el dilema y la paradoja, lo insólito y lo inesperado se vuelven “nuestros” arrebatándolos del cliché y la subestimación de las infancias. El sustantivo se vuelve verbo cuando “la batata se abatató” y cuando un gato puede ser un michifuz o un género folklórico.

A esta altura de la experiencia, la cantautora recupera y rescata la poesía de tradición oral y la copla con Leda Valladares o los romances de siglos olvidados en las Canciones de Maricastaña. Incursiona en el mundo teatral con Canciones para mirar y Doña Disparate y Bambuco. Más tarde creará programas de Televisión con la belleza y la franqueza que ese medio no suele transitar y nos dará para siempre una colección de ediciones que podemos acariciar como un tesoro nacional: cuentos, novelas, libros inolvidables como Tutú Maramba, El Reino del Revés, Chaucha y Palito, Cuentopos de Gulubú, Dailan Kifki, “Manuelita ¿dónde vas?”, a modo de inventario incompleto.

Como muchos de sus personajes viajó y vivió en distintas partes del mundo, sufrió exilios y prohibiciones y en los años 60 fue una de las grandes artistas que introdujo el Café Concert y la nueva canción argentina.

Apostó y reivindicó la dignidad de los pobres, la situación de las mujeres y de las niñas y los niños, y así pidió sábana y mantel para todos, una ventana para La Juana y un amor sin desencuentros para Juan Poquito.

Se constituyó en una voz potente para poner a la dictadura militar ante los ojos del mundo y así “Canción de caminantes”, “Oración a la Justicia”, “El buen modo”, “Canción de cuna para un gobernante” y, sobre todo, “Como la cigarra”, se fueron convirtiendo en paradigma de la lucha de los argentinos, Madres y Abuelas en el largo y circular camino de condenar en Juicio a los represores y sostener la búsqueda de la Memoria, Verdad y Justicia como estandarte de los Derechos Humanos.

Su suavidad y melancolía combinada con un humor revelador nos regalaron obras como “Barco quieto”, “El ‘45”, “Los ejecutivos”, “Las estatuas” y sus novelas Fantasmas en el parque y Novios de antaño.

Fue feminista, se expresó contra la pena de muerte, tránsito todos los géneros musicales y es reconocida como amiga y cómplice de una generación extraordinaria de artistas donde reina la calidad, el riesgo y la aventura de la mejor música popular de nuestro tiempo.

Sus creaciones son itinerario de la historia argentina, de la sensibilidad, la potencia del detalle, la vitalidad del juego y la originalidad musical.

Luchó contra la muerte y abrazó su tiempo de vivir como una experiencia luminosa. Desde su primer libro -Otoño imperdonable- a uno de los últimos -Fantasmas en el parque- tejió una existencia plena, amó y fue amada, inventó hasta lo impensable y se burló de toda forma de poder no legítima, la envolvió la pasión y la soledad de sí misma, la melancolía de Buenos Aires cuando llueve y las veredas azules y lilas de los jacarandas.

Feliz cumpleaños, María Elena Walsh, nos gustaría que sonrías y pidas deseos, los necesitamos. Te fuiste en enero del 2011 para nacer cada 1º de febrero, como si tomaras una siesta tranquila, o viajaras como siempre para hacer tuyo el mundo. Los argentinos te saludamos con canciones, te abrazamos con cuentos y te agradecemos todas tus lunas y soles y tus naranjas frescas.


Un regalo mayor

Por Graciela Perosio
Texto enviado por la Fundación María Elena Walsh

Fue de esas pocas personas que, a medida que van viviendo, pierden el apellido. En la boca de la gente: solo María Elena. Nuestra Hada Madrina. Una eterna adolescente por su rebeldía. Pero rara: (somos raros los argentinos, decía) una adolescente responsable y trabajadora, muy. Nos enseñó que nuestro vivir nacional fincaba en la paradoja: “porque me duele si me quedo pero me muero si me voy”. Su mano, siempre extendida pero para los caminantes. Lo de sentarse en la queja para esperar la dádiva no iba con ella. Sí, también sabía ser dura, como toda persona que confía antes que nada, en la disciplina del esfuerzo. Y donde no hubiera caminos nos convocó a crearlos. Su ironía por absurdo hacía estallar la caja de las convenciones para liberar pájaros cantores por el aire en el “verano con jazmines”. Nos llamó a cuidar una patria con “decencia de vidala”, a no olvidarlo. Su canto trajo para todos un regalo mayor: transformó nuestras infancias en secreto compartido como guiño de identidad a coro. Porque siempre, aún en el dolor, sabía sonreír sin claudicar, nos acompaña cada día, especialmente a las mujeres que transitamos la escritura. Te amamos, permítaseme el plural por esta vez y hablar por todas.


Feliz cumpleaños, María Elena

Por María Moreno

Feliz cumpleaños, María Elena, donde quiera que estés como se dice ahora, aunque seguramente no en el cielo ya que nunca escuché que ningún Dios pasara por tu boca, ni siquiera la Diosa Blanca, tampoco en el cielo de Facebook donde, cuando alguien muere, se dice que se fue de viaje o que voló alto, lo que te hubiera provocado una reverenda cachada.

¡91 ya! Seguro que, de algún modo, compañera feminista, te enteraste de que en 2020 la lucha hizo que en la Argentina haya aborto legal, seguro y gratuito.

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