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Episodio 1: “Dos textos periodísticos que tienen que ver con esta época”, por Pedro Saborido

Diarios - Marzo/Abril 2020 - La noticia es rebelde

Debates, Diarios

Diarios - Marzo/Abril 2020 - La noticia es rebelde

El escritor y guionista explora los tiempos de pandemia y aislamiento. En su primera entrega, dos textos periodísticos desopilantes: la historia de Graciela, la emprendedora que vende kits para ignorar la muerte, y, desde Bariloche, un experimento sociológico liderado por el mismísimo filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

Una PYME para ignorar la muerte

De eso se trata este emprendimiento de Graciela Lobertone. Ella lo cuenta así.

—Mi marido tiene la concesión del buffet de la Asociación de Existencialistas. Me cuenta que hay billar, metegol y flippers, y que siempre le compran fichas pero los partidos de metegol terminan sin goles. Dejan caer las pelotitas en ese coso en donde caen después de tirar de la cosa esa, y enseguida uno dice “¿para qué un gol?”, y se van. Entonces, al escuchar esto, yo me di cuenta de algo que hacía falta. Algo necesario para mucha gente. Pensé en un producto y armé esta empresa familiar. ¡Y nos va rebien!

Graciela habla con orgullo de “Sobala, Nada Eterna!”, un emprendimiento de fabricación de kits para ignorar la muerte.

—Es muy bonito. Trae juegos, planes de vida, principios morales y éticos, mandatos sociales, familiares, de especie, sitios para buscar memes, resúmenes de religiones para creer, fanatismos artísticos, vocaciones laborales y todo lo necesario para meterle pila, salir adelante y no andar arruinando cumpleaños y festejos de fin de año.

Graciela nos muestra estadísticas según las que la gente asume preferir invitar a sus reuniones a personas que “son un cago de risa” antes que otras que eligen la ausencia de Dios como tema para arrancar una conversación.

—¡Y, obvio que así nadie la pone, juá! —agrega el marido, que, para el Festival Bimensual de Angustia que se festeja en la asociación, prepara distintos postres.

—Camousse de chocolate, Camousse de dulce de leche, Camousse de limón… ¡Ja! —se festeja él mismo su ingenio.

Graciela se ríe de compromiso y sigue.

—Nosotros conocemos muchos de estos tipos, que se hicieron amigos de mi marido en el buffet. Y siempre los invitamos a los asados. Y por supuesto, compensamos con gente chistosa, frívola, hasta estúpida. El cálculo es: por cada existencialista, seis pelotudos efusivos. De esos bien expresivos. Porque la pelotudez te hace olvidar de la muerte. De ahí su éxito. Entonces las reuniones se equilibran. Al revés, la proporción sería insoportable.

El kit trae abundantes ejercicios para entrenar el mantener distancia con el pensamiento sobre lo inevitable.

—Todos podemos pasar por un momento de angustia al pensar en la muerte. Una vez por día, o por mes o por año. Y el mundo sigue como si nada. Pero el tema es cuando pensamos en la muerte todos al mismo tiempo. Como está pasando ahora. Entonces, todos se detienen y se ocupan de una sola cosa: no morir. Bueno, en realidad eso hacemos todo el tiempo durante la normalidad. Pero no nos damos cuenta. Es como caminar: nos olvidamos de lo difícil que es porque lo hacemos cotidianamente. O ignoramos que tenemos un páncreas. Lo descubrimos el día que no te funciona. La verdad emerge con la tragedia —dice Graciela mientras se despide regalándonos un kit.

—Usenlón, no les queda otra —asegura mientras nos muestra el poster que viene de regalo, que dice “A la muerte matala con la indiferencia” y tiene una foto de Lacan comiéndose una molleja con un vaso de Fanta naranja en la mano para rempujar.

Nota de la revista ATF! (A Todo Buffet!), de la Cámara de Concesionarios de Buffets

Experimento en Bariloche

Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que todos los jueves termina un libro, estuvo hace poco en Bariloche (tiene primos en Floresta y viene seguido) y junto a un grupo de científicos sociales hizo el siguiente experimento:

En el camping Hueney Ruca de Colonia Suiza, les dio idénticas carpas para cuatro personas, a tres diferentes grupos:

Un grupo de hippies fumones.

Un grupo de boys scouts.

Un grupo de estudiantes de administración de empresas que fueron de camping con jeans, mocasines y camisas celestes.

“La idea era observar sus comportamientos, pero, básicamente, ver el tiempo en que resolvían el armado”, comentó Byung-Chul, que de antemano sabía el resultado.

“Obviamente, los boys scouts fueron los que terminaron primero, porque tienen más experiencia. Pero, básicamente, porque se someten a un método. Esto es, obedecer reglas. Los otros tardaron más, ya que les cuesta entregarse a una disciplina (en el caso de los hippies, uno terminó enredándose y cayó al lago enrollado en el sobretecho. Dos de los boys scouts lo rescataron. Todos rieron mucho)”.

Hoy, de vuelta en Berlín, Byung-Chul comenta:

“Por eso en Oriente resuelven mejor el tema de la pandemia. Están más acostumbrados a lo colectivo. No son tan individualistas. Se someten y naturalizan el control. No se sienten mal si los vigilan. Aceptan más ser comunidad y estar organizados. En occidente cualquier boludo (dixit) se cree libre.”

Byung-Chul, basado en comportamientos de occidentales argentinos, observa que los supermercados de su comunidad –al igual que los chinos– siguen esparciéndose y creciendo, manteniendo una división del trabajo: Supermercado general a cargo de chinos o coreanos. Verdulería a cargo de bolivianos. Carnicería, un argentino.

“Esto, sin embargo, va cambiando: ya hay cajeros argentinos. Empleados, obvio. Eso es fruto de la disciplina. En tanto los almacenes de barrio ya casi no existen, la lógica asiática colectiva y disciplinada, inflexible a la hora de no dar una Brahma si no hay seña para el envase, avanza. El argentino, enredado en su individualismo, se pierde, y es absorbido como empleado.

“El occidental se cree libre. Por eso en situaciones extremas, cuando debe obedecer, se asusta. Y huye, hace trampa. Le han hecho creer que es libre. Sin embargo, no toma en cuenta que:

“No nació donde quiso, nació donde el azar demográfico lo lanzó.

“No eligió a su familia.

“No eligió su idioma.

“Su familia lo hizo caminar cuando les pareció conveniente.

“Dejó el pañal cuando la presión familiar y social lo marcó.

“Dijo ‘Mamá’ o ‘Papá’ como primeras palabras. De ser libre, quizá hubiera querido decir ‘municipalidad’ o ‘Bruce Willis’ como primeros vocablos. Y no fue así.

“Luego el jardín. La primaria. ‘Mi mamá me ama’ es lo primero que escribió. Tal vez ‘Quiero conocer a Carlos Corach’ hubiera sido su oración para debutar en la escritura, en el caso de haber sido libre de elegir.

“Después la secundaria. Universidad quizá. Trabajar, pagar, ir a cumpleaños, tener sexo, tener wasap, salir vestido y no ir desnudo a ver a Pimpinela (un deseo reprimido de mucha gente, parece).

“Un día alguien le explica que no puede comprar dólares o salir de la casa. Entonces reacciona: ‘A mí nadie me va a decir lo que tengo que hacer’. Es decir, ahí actúa como si fuera una persona libre. Eso es lo peor. Le dijeron que es libre y se lo creyó. Porque a nadie le gusta sentir o pensar que no es libre. Es decir: confunde ser individuo con resistirse a la belleza de una acción colectiva.”

El filósofo respira y concluye:

“Una coreografía de conductas y neurosis para esquivar lo peor. Un hermoso y desenfrenado pogo de quietud en un bazar…”

Byung-Chul se pone contento y se emociona con las frases que acaba de decir. Y nos muestra un papelito.

“Es por un envase de Stellita”, y nos pide que se lo alcancemos a sus primos de Floresta.

De la revista digital Clivaje a las estrellas, entrevista a cargo de Sarah Cuperman y Ernesto Del Coto.

NOTA: Después de estos apuntes sobre las ventajas de la negación y ciertas impotencias que se registran en algunas personas para responder a disciplinas comunitarias, próximamente nos acercaremos al ya obvio y remanido fenómeno de la estigmatización del cheto, burgués acomodado o como se le llame. Desde el caso de la diseñadora uruguaya (no considerado por chetos argentinos, dado que se trata de chetos uruguayos, considerados chetos menores) hasta la secuencia vista en la zona de un country de Pilar donde un joven humilde con gorra puesta al revés se cruza de vereda cuando ve que se aproxima un cheto.

“No sean así. No discriminen. Nosotros les tenemos miedo a todos ustedes porque entre honestos y delincuentes es difícil distinguir. ¡Los pobres se parecen todos entre sí!”, le dice el cheto.

“A nosotros también nos cuesta distinguir. Los chetos, los boludos y los hijos de puta se parecen demasiado”, contesta el wachiturro. Y huye.

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