La educación presidencial: los poderes que condicionan las democracias
El libro de Horacio Verbitsky fue eje de debate en una mesa integrada por su autor, Carlos Corach, Eduardo Rinesi, Jorge Fontevecchia y Diego Sztulwark. Una oportunidad para indagar en el pasado reciente argentino y pensar el presente. Por Marco Teruggi
“La educación presidencial supone la idea de que el político es educado por unos actores que le crean un espacio de posibilidades”, explicó el jueves a la noche el filósofo Diego Sztulwark al presentar el libro de Horacio Verbitsky en La Cúpula del Centro Cultural Kirchner, en una actividad organizada por el Proyecto Ballena con producción de Sztulwark, Daniel Tognetti y Camila Perochena.
La actividad contó con la participación del propio Verbitsky, del ex ministro de Interior entre 1995 y 1999 Carlos Corach, del periodista Jorge Fontevecchia y del filósofo y politólogo Eduardo Rinesi. De conjunto debatieron sobre La educación presidencial, libro publicado por Verbitsky en 1990, cuando terminaba de manera adelantada el gobierno de Raúl Alfonsín y comenzaba el de Carlos Menem. “Un libro para pensar ese momento fundamental del tránsito del primero al segundo gobierno constitucional argentino después de terminada la dictadura del 76 al 83”, explicó Rinesi.
“El tema del libro es cómo los grandes intereses económicos, los grandes grupos económicos internos, los grandes intereses de los acreedores externos, de los organismos trasnacionales, que habían consolidado sus posiciones de poder en la estructura social de Argentina, que habían modificado fuertemente la estructura social (…), tenían una fuerte capacidad para establecer los límites de la voluntad política de estos dos grandes líderes de los dos grandes partidos democráticos y populares. Podían disciplinarlos, colonizar esa voluntad política”, agregó.
Invitado a conversar sobre los años noventa y el libro, cuyo subtítulo es De la derrota del setenta al desguace del Estado, Corach brindó algunas definiciones sobre su concepción del peronismo y las razones de algunas de las principales medidas tomadas por el menemismo.
“Cuando hablamos de peronismo tenemos que tener en cuenta varias caracterizaciones acerca de cuál es la doctrina del peronismo. Y esencialmente es una concepción política eminentemente pragmática, el peronismo no tiene dogmas (…) El peronismo es la expresión de lo que en el mundo contemporáneo es predominante, es un partido que trata de adaptarse a la realidad nacional e internacional”, afirmó.
Desde la idea de “adaptación”, antes que de poderes económicos condicionantes, Corach defendió por ejemplo las privatizaciones y los indultos de los años noventa: “La política de privatizaciones es un emergente natural de la situación económica del país y de las tendencias mundiales. Cuando un país está quebrado, con un presupuesto que excede totalmente sus ingresos, ¿cómo va a afrontar las exigencias de la industria, del campo, de los insumos que el país necesita, de dónde los va a sacar? ¿Va a esperar que se hagan en el país o necesita con premura solucionar los problemas?”, señaló sobre lo primero.
“El indulto a mi juicio es otra de las decisiones más importantes del presidente Menem. El espejo retrovisor sirve hasta determinada distancia temporal, después hay que generar los mecanismos para consolidar la unión nacional (…) Fue una política de Estado para cerrar heridas y promover la unión nacional”, dijo sobre lo segundo.
Al tomar la palabra, Verbitsky rescató cuestiones de la intervención del ex ministro: “Dijo algunas cosas importantes: su definición del pragmatismo peronista en la adaptación del momento internacional me pareció un aporte muy valioso (…) El proceso del 89 no es comprensible sin el contexto internacional y sin la capacidad de adaptación del peronismo que mostró Menem”, afirmó.
El autor del libro señaló, además, que dicho contexto internacional –es decir, de avance del neoliberalismo en América Latina y el Caribe– fue pensado desde Estados Unidos, y puso el foco en quien fuera consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado estadounidense durante la década de 1970: “El ideólogo de esa situación fue Henry Kissinger”, quien plantó la necesidad de “cobrar el capital mediante el desguace del Estado, las privatizaciones”.
Los factores de política internacional, así como la situación interna de “crisis del Estado con la cual Menem asume la presidencia, crisis del Estado desangrado por el pago de subsidios por las transferencias a los acreedores externos, a los grupos económicos locales, al poder financiero”, explicarían cómo Menem pasó de prometer “revolución productiva y salariazo” a implementar un modelo de “desguace” del Estado.
El libro del director del portal El Cohete a la Luna dio pie a preguntarse sobre los condicionamientos de los poderes económicos internos y externos en la Argentina actual, un país diferente a la del momento de escritura del libro, ya que, como señaló el periodista, “la democracia argentina 1983-2003 y 2003-2023 son dos períodos claramente diferenciados”.
Al respecto del presente, el periodista Fontevecchia se refirió al candidato presidencial Javier Milei: “La gran pregunta es si es educable de la manera que lo era Menem: pienso que no, que se va a llevar una gran sorpresa el establishment (…) El problema central para entender a Milei y la diferencia con los noventa es que Menem era un político de carrera, pero lo que me parece central es que el fondo de la cuestión no es económico. Él plantea el minarquismo como una etapa para el fin del Estado, y la discusión de fondo no es económica, es jurídica: es evidente que la dolarización no se puede hacer sin cambiar la Constitución”.
“No sé si es tan importante lo que Milei dice como los equipos que está formando, porque no parece estar formando equipo para hacer lo que dice, sino para hacer otra cosa”, señaló Verbitsky al respecto.
En un presente cargado de incertidumbres y a pocas semanas de las elecciones presidenciales, el debate sobre La educación presidencial permitió ahondar en las dinámicas de diferentes presidencias pasadas, de los poderes económicos y sus condicionamientos sobre las mismas, así como preguntarse sobre las democracias necesarias. Como señaló Rinesi, “una democracia en la que puedan acortarse las distancias entre los representantes del pueblo que deliberan y gobiernan en nuestro nombre y nuestra propia posibilidad de ejercer formas de participación deliberativa y activa en los asuntos públicos, que nos ahorre en el futuro que la pura educación del poder real sobre las figuras del puñado de políticos que ocupa la cima del aparato del Estado pueda torcer los rumbos democráticos de proyectos que tienen que ser más colectivos, más conversados y, por eso mismo, más democráticos”.
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