Episodio 2: “Una frase que se clave en el cerebro”, por Pedro Saborido
Diarios - Marzo/Abril 2020 - La noticia es rebelde
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En su segunda entrega, Pedro Saborido nos acerca otro texto periodístico, esta vez de la revista digital Emprendedores del control social. En momentos de pandemia y aburrimiento, Carlos E. Fabrizzi y su esposa Elcira intentan armar una buena frase hecha y se dan cuenta de algo: el pensamiento es como un loro.
Así como es bueno pensar antes de hacer algo, insistimos desde esta revista, también lo es que al cerebro no se le esté pidiendo constantemente que dude y reflexione. Es bueno, al menos, que una creencia, una decisión o una idea permanezcan un tiempo sin ser sometidas a juicio. Porque, si no, no podemos hacer nada. “Dios te enseña a hacer y el Diablo solo a pensar”, dijo el poeta. Por eso, una buena frase, un slogan, algo que con su contundencia resista al menos un poco la tentación de poner una idea en duda, nos puede permitir un pequeño momento de acción, que siempre es necesario. Pero una buena frase no se arma así nomás.
Hoy visitamos a Carlos E. Fabrizzi, quien, junto a su esposa Elcira, tiene un local de “Todo suelto” en Lanús y, como hobby que aparte le da unos pesitos, se dedica a armar frases hechas.
—Tengo muchas. Pero si le digo que “En la moto la carrocería sos vos” la hicimos con Elcira, y que es más de ella que mía, porque se la dijo a mi pibe cuando se compró una Zanella 125… ya le digo todo.
—Nos gusta esto de armar frases hechas y que la gente no ande pensando tanto. Una frase hecha es como pedir comida de delivery en vez de cocinar. O comprar algo en el Easy Home. A veces lo que viene hecho por otros nos hace más fácil la vida.
Toda una tradición familiar
Su padre fue el autor de “Al principio está fría, pero después te acostumbras”. Y junto a él, tiempo después, creó “Correte que están jugando” durante un partido en la cancha del club Lanús. Últimamente, ya con su familia, hicieron “Uy, te pusiste la gorra” (la cual tiene variantes) y “Es lo más (lo que sea) del mundo mundial”.
Ahora Carlos nos hace pasar al tallercito que tiene en el fondo.
—Acá es donde trabajamos. Acá armamos las frases. Hacemos muchísimas. Solo el azar o las masas dirán cuáles se harán populares.
Hay cuadernos y dos pizarrones con dibujos, y algunas frases escritas:
“El bulón entra si sabés cómo pegarle”
“Cuando el gordo ronca se lo pone de costado”
“El cordobés era macrista antes de que exista Macri”
—Son cosas que se nos ocurren. Vamos anotando. Después vemos si sirven. Ahora, con todo esto de que mucha gente no se aburra en la casa por estar aislada, quiero imponer una sobre las personas, el pensamiento y el aburrimiento.
Muestra en el pizarrón un dibujo de un loro.
—Estoy trabajando una frase con una imagen. “El pensamiento es como un loro…” Me gusta. Hay algo ahí. Porque es un pájaro, puede volar. Pero a veces le cortan las alas. Cumple para la metáfora —dice, y luego muestra otros dibujos. Una cotorra y un canario.
—Por ahí en vez de loro uso “El pensamiento es como una cotorra” o “como un canario”. Canario me gusta porque es muy ave domesticada. No lo sé. Pero te voy a explicar lo que estamos queriendo decir con la idea del loro.
Carlos ahora dibuja una jaula.
—El “pensamiento-loro” se mueve dentro de la percepción: la jaula. Se mueve allí, y, a su vez, la reafirma. Es decir: el loro es el loro más la jaula. Porque la jaula es su percepción. O sea, el “pensamiento-loro” está encerrado en su propia “percepción-jaula”… ¿Me explico? Hasta acá vamos bien. Pero hay más.
¿Cómo se arma la “percepción-jaula”?
—La percepción esta armada en nuestra experiencia, nuestra formación. Padres, escuela, amigos, televisión, programas de Canal 9, drogas, música, juegos como “Cachurra montó a su burra”, experiencias singulares como pasar seis días en una carpa en un camping de San Bernardo con el diputado Fernando Iglesias, por ejemplo. A mí me pasó. No era diputado todavía. Me acuerdo de que le costaba salir de la bolsa de dormir y a veces había que llevarlo entre dos o tres como un rollo de alfombra hasta la playa —comenta Carlos, dándose cuenta de que esta dispersándose.
—Me fui a la mierda. Retomo. Entonces, esas experiencias nos forman la “percepción-jaula”, y al “pensamiento-loro”, que está dentro, se lo provee de momentos, situaciones, etcétera, para que consuma. Pero de pronto si no hay alimento, ¿qué pasa? Si no hay estímulo para el pensamiento, tarea o distracción, ¿qué ocurre? El “pensamiento-loro” se inmoviliza. Se aburre.
Dibuja un loro con cara de aburrido.
—Es decir: el aburrimiento llega cuando le falta estímulo al pensamiento. Ahora el loro, sin alimento, debe buscar algo. El aburrimiento es la ausencia. El vacío. Pero también la incertidumbre de lo nuevo. Y acá lo que ocurre es: la búsqueda de la salida del aburrimiento. O su fin —dice mientras dibuja un loro con cara de poner actitud.
¿Qué pasa cuando el “pensamiento-loro” decide terminar con el aburrimiento?
—Acá pueden pasar dos cosas: el loro se queda en la jaula viendo como lo resuelve o…
Carlos dibuja al loro forzando la puerta de la jaula con una barreta.
—Intenta escapar. Ojo, no estoy diciendo que el que escapa es uno como persona. Lo que escapa es el “pensamiento-loro”. Escapa de su “jaula-percepción”. El “pensamiento-loro” busca cosas nuevas.
Dibuja al loro saliendo de la jaula.
—¿Qué ocurre si escapa? ¿Es libre y todo va a estar bien? ¿La “creatividad-libertad” es siempre buena? Depende…
Escribe la palabra “Warning”.
—Si el loro se va de la jaula, puede encontrar libertad y el goce de nuevos lugares. Pero también están los peligros. Como es un loro criado en jaula, lo puede comer un gato, o puede que no sepa proveerse de comida. O que un niño travieso lo sacuda con un chorro de soda de sifón que le dispara desde su balcón. Que un colectivo 17 que va hacia Wilde lo atropelle. O que, distraído pensando en algo (en algo que puede pensar un loro, o sea, un pensamiento de loro), se estrelle en lo alto contra un cartel gigante con la cara de Ricardo Darín. Y que todos vean desde abajo un punto verde en medio del celeste de uno de los ojos de Ricardo.
Dibuja cara de Darín con un loro estampado en un ojo. Surgen más preguntas.
El “pensamiento-loro” ¿puede hacernos daño?
—Por supuesto. El pensamiento no es bueno o malo. El pensamiento puede llevarnos a distintos lugares. Pueden ser lugares nuevos y esto suena bien a simple vista, pero estos lugares pueden ser morbosos, angustiosos… Puede ser locura, depresión. O puede hacer que se nos ocurran cosas siniestras, oscuras… —dice Carlos, mientras dibuja un loro pegándole con una waflera a un niño.
—El aburrimiento puede hacer que un tipo se haga científico, artista, trabajador. Pero también un psicópata. Es decir, hacer sufrir a otro solo porque esta aburrido. El pensamiento también lleva a cosas como el nazismo. Se llegó con “racionalidad” hasta ahí. Entonces… ¿qué hacemos con el “loro-pensamiento”?
Dibuja signo de pregunta.
—Ante una circunstancia como esta, lo primero sería pensar “déjense de joder. Abúrranse y agradezcan poder quedarse en casa, ustedes que pueden”.
Dibuja al loro, al lado escribe: “Loro burgués”.
—Pero el aburrimiento puede salir para cualquier lado. Así que creo que no esta tan mal entretener a la gente. Que su “loro-pensamiento” esté dentro de un contexto seguro. Uno siempre es distinto después de vencer al aburrimiento. El “loro-pensamiento” se fortalece. Y arriba a lugares no pensados, que no siempre son mejores. Soy cauteloso con esto. Tanta gente aburrida al mismo tiempo es peligrosa. No se sabe qué pueden terminar haciendo. Mejor entretenerla.
Un loro sentado con un celular en un sillón
“A veces el aburrimiento es un lujo que nos damos cuando todo está resuelto”, anota Carlos. Y mira la otra frase.
“El pensamiento es un loro”
Y agrega, no muy convencido:
“Más seguro está en la jaula”
—Es por acá. Pero todavía falta. Voy a seguir insistiendo. Porque lo importante es darle a la gente una buena frase para que no tenga que andar dudando —comenta, mientras con disimulo corre la pava del mate y tapa un cuaderno donde dice “Se embarazan para que les den planes”.
Entrevista a cargo de Narda Pérez y Joaco Sobral, en la revista digital Emprendedores del control social, abril de 2020
Pedro Saborido se inició como técnico de sonido y tuvo participación en las películas Los chicos de la guerra (1984), de Bebe Kamin, y Esperando la carroza (1985), de Alejandro Doria. Estudió comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Durante su juventud conoció a Omar Quiroga. Ambos militaban en el Partido Intransigente. Juntos trabajaron en FM Avellaneda en un programa que llamaron La luna con gatillo.
Ingresaron a Radio Mitre en una convocatoria de nuevos guionistas realizada por la emisora. Escribieron algunos guiones para el humorista Mario Sapag. Luego, en la misma emisora, el dúo lanzó Saborido & Quiroga, dedicado al humor político. En 1992 recibió el Premio Martín Fierro. En 1991 comenzó a escribir guiones de televisión para Tato Bores.
Saborido conoció a Diego Capusotto en 1992, cuando éste trabajaba en el programa cómico Chachachá y fue convocado para hacer una participación en el programa de Tato Bores. En 1998, Saborido fue uno de los guionistas de Delicatessen, un programa de humor de breve duración, con Horacio Fontova, Damián Dreizik, Fabio Alberti y Capusotto.
En 1999 creó junto a Capusotto, Alberti y Néstor Montalbano el programa de televisión Todo por dos pesos, que se transformó en un programa de culto y se emitió (con algunas interrupciones) hasta 2002.
En 2004 escribió la obra de teatro Una noche en Carlos Paz, con Capusotto y Alberti y la dirección de Montalbano, continuando la estética del ciclo televisivo. En 2006 escribió ¡Qué noche, Bariloche!. Ese mismo año regresó a la televisión junto a Capusotto (ya sin Fabio Alberti ni Néstor Montalbano) con Peter Capusotto y sus videos, programa que combina videos de viejas bandas de rock y sketches humorísticos. La temática del rock fue el disparador del humor, y así surgieron personajes como Pomelo, Micky Vainilla, Bombita Rodríguez, Violencia Rivas y Latino Solanas. La emisión, que lleva doce temporadas, recibió múltiples premios y distinciones. Además de escribir y producir el programa, Saborido realiza la locución e interpreta con su voz a Juan Domingo Perón y otras voces secundarias en off.
En 2009 Saborido y Capusotto lanzaron en FM Rock & Pop el ciclo radial Lucy en el cielo con Capusottos, y publicaron su primer libro, editado por Sudamericana y titulado Peter Capusotto, el libro.
En 2017 recibió el Diploma al Mérito en la disciplina Humor de los Premio Konex. Es autor, además, de los libros Una historia del fútbol en 43 cuentos, 18 testimonios, 99 personajes inciertos, 12 circunstancias discutibles, 5 episodios inverosímiles jamás contados, 4 heridos, 2 de muzzarella, 3 de fainá, 6 cortados mitad y mitad, 1 almendrado y coso (Planeta, 2017) y Una historia del peronismo en 27 relatos, 74 reflexiones y más de 140 metáforas que pueden servir para regocijo del simpatizante, como valiosa información para el desconocedor o el extranjero, o también como guía práctica para que el antiperonista pueda acabar de una vez por todas con el monstruo que desde hace 70 años azota a la Argentina. Y coso (Planeta, 2018).
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