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Correspondencias, carta 2: de Walter a Camila

Literatura, Proyectos Especiales

Walter Lezcano volvió al Kirchner y le escribió a Camila Fabbri una nueva carta sobre todo lo que presenció en la jornada 7 del Festival Poesía Ya!. Segunda entrega de la correspondencia perteneciente a las crónicas de Poesía Ya!.


Sábado, 11 de febrero de 2022

Hola, Camila
Cómo va todo?

Espero que el calor no te esté derrotando. Tomá mucha agua. Hidratate. Se me ocurrió una cosa ahora: ¿Hay alguna relación entre poesía y clima? ¿Existe un vínculo entre temperaturas extremas y creación literaria? ¿Se puede escribir un poema con este calor? Lo que es seguro que siempre –siempre– se puede leer poesía. Un libro es una máquina de guerra contra la tristeza que traen ciertos climas. No importa, solo fueron unos pensamientos intrusivos.

Este sábado te escribo para contarte algunas cosas que vi ayer en el Festival Poesía Ya! en el CCK.

Al comienzo del día estuvo la presentación de Stornis. Inquietud del rosal. Es una antología de quienes ganaron el Premio Nacional de Poesía Storni 2021-2022. Me parece muy importante esta apuesta por el material físico, por darle entidad al libro como objeto y que circulen estos textos. Sabemos que la poesía no es una carrera ni un proyecto, pero acceder a esta literatura premiada nos pone en contacto con lo que fue valorado y tomado en cuenta como valioso. Un premio es eso: una mirada, una posible lectura que puede entrar en tensión con otras pero que entra a intervenir la realidad. Te leo algo que dice Gabriela Franco en este libro: “Cada poeta es un contestatario, alguien que retoma el hilo, lo lleva de casa en casa, de copa en copa, de rama en rama, y presta la voz a otrxs. No quiere abarcar, quiere ser barca, navegar, arrumbar lo que se dice, volverlo rumba, arrullo que baila en cada oración. De una línea a otra, el salto al vacío –consistente, sólido– de crear”. Me parece que esto es el punto para pensar este libro.

Más tarde, en la Sala Federal, estuvo el diálogo de María Teresa Andruetto con Jorge Monteleone. Me gustó mucho ver a una escritora que quizás está más vinculada con la narrativa, la literatura infantil y el ensayo que con la poesía, por más que hace poco salió su Poesía completa. Esta clase de cruces es excelente porque ensancha la concepción que se tiene a veces del universo de la poesía y no lo acota simplemente al poema o a los poemarios. Fue algo que señaló Andruetto: “Trato de buscar la prosa en el poema y lo poético en la prosa”. Me hizo acordar de dos cosas: por un lado, del título del libro de poemas de Juan José Saer: El arte de narrar. Y, por otro lado, de algo que dijo Bolaño: “La mejor poesía del siglo XX se encuentra en la prosa”. Entonces, lo magistral de este encuentro lo tomé de ahí: la poesía es un estado, una búsqueda, un cuestionamiento a cualquier lugar común que se pueda encontrar; lo poético es un misterio que todavía estamos tratando de definir. Y –esto lo pienso ahora mismo, Camila– quizás por esto se hacen esta clase de festivales: para que alguien (en soledad, en la intimidad) encuentre una definición (tentativa) a lo indefinible.

Después me acerqué al Poesía en voz alta en el Salón de Honor. Perdón, Camila, pero acá me emocioné un poco porque, no sé si sabías, soy correntino. Me explico. Esta lectura tuvo la particularidad de ser un intento por descentralizar un poco la cosa. Que no todo tenga la aduana obligatoria de Buenos Aires o de Capital Federal. En todos lados se está escribiendo y muchas veces encontrar un espacio fuera de tu tierra parece muy cuesta arriba. Poetxs de distintas partes del país leyeron sus textos y se los veía –y escuchaba– con mucha felicidad porque, intuyo, salir de casa siempre es atractivo y bello. Una cosa que vengo percibiendo del festival es esto: la necesidad de mostrar todas las facetas de la poesía, y esta es una de las más importantes: ¿qué es lo que no se está mostrando y qué podemos hacer para mostrarlo? En este sentido, me parece que la pregunta dispara hacia arriba y tiene que ver con el lugar del Estado y la difusión con zonas que no están conquistando una visibilidad que se merecen o que no encuentran los medios para hacerlo.

Lo que vino después fue una burbuja en el espacio-tiempo. Hablo de ver y escuchar a Leo Maslíah en la Sala Argentina. La obra de Maslíah siempre me fascinó porque parece moverse con una libertad inusitada que te hace pensar que, efectivamente, eso es el arte: un corrimiento de las leyes que rigen la moral, la ética y lo habitual de la vida humana tal como la conocemos. Leo Maslíah no intentó en ningún momento entretener, caer simpático, ser profundo. El tipo hizo lo suyo (secciones que intercalaban lecturas geniales y tocadas encantadoras), y el que lo agarró, lo agarró y el que no lo agarró, mala suerte. Seguramente, cada persona que estuvo ahí se quedó con algo. Creo que eso es un estado profundamente poético: encontrar tu propio sonido (lo que significa también encontrar tu propia lengua) y confiar en él sin importar las consecuencias. Mostrar al mundo tu canción: ¿no es ese el trabajo del poeta? Leo Maslíah leyendo o Leo Maslíah al piano entrega una visión particular y profunda de quien encontró un camino y lo va a seguir hasta las últimas consecuencias. En algún punto sentí que casi ni importaba que estuviera el público. Dios mío, esa seguridad, presenciarla, fue demoledor. Y también sirvió muy bien como puente para lo que vino al rato. Me refiero al Homenaje a Estela Figueroa.

Te cuento una cosa, Camila: hace un tiempo, en la misma semana, leí a Estela Figueroa (El hada que no invitaron) y a Juan Manuel Inchauspe (Trabajo nocturno). Creo que fue una de las mejores semanas de mi vida, junto con otra semana de mi adolescencia en la que descubrí a Patti Smith y a Lou Reed, pero esa es otra historia. Más tarde me enteré –cuando te enamorás de un poeta te volvés un investigador de su vida– que Inchauspe y Estela habían sido amigos, incluso Estela se encargó de juntar la poesía dispersa de su amigo y armar un libro. Una cosa habitual en el mundo de la poesía: la obra de alguien se encarga de reunirla alguien más, y así es como se van tejiendo las redes de circulación y memoria. A lo que voy, este homenaje a Estela Figueroa fue tremendo en varios sentidos: su obra está siendo descubierta y redescubierta constantemente por personas de todas las edades (el lugar estaba lleno y quedaron asistentes afuera), Estela falleció en 2022 y fue una jurada del primer Premio Storni de Poesía, y su figura de autora está siendo tomada cada vez más en cuenta, como si se tratara de una planta salvaje que crece hasta ser imposible de ignorar. Un homenaje, tal vez, sirve para esto: para reírse de la muerte, para festejar que alguien se lanzó a una actividad tan inútil como escribir poemitas (que se vuelven fundamentales para nosotros) y para decir que en la poesía solo importa la escritura, porque es el tiempo el que se encarga de todo el resto.

Una cosa que pensaba mientras salía anoche del Kirchner, Camila, fue esto: no hay frase más verdadera que aquella que dice “la poesía es un arma cargada de futuro”, porque realmente el laburo con la escritura es de una soledad tan extrema que es en esta clase de eventos en donde se puede salir del pozo ciego y compartir tiempo con el resto. Hasta que otra vez hay que volver a la cueva y seguir leyendo y escribiendo.

Dios mío. No tengo dudas: La poesía es lo más alto a lo que puede llegar la humanidad.

Beso,
Walter

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