Donde hubo música, hubo esperanza
Manfred Katz era rumano y vivía en Alemania cuando, al llegar el nazismo al poder, fue deportado a Rumania junto a su mujer Betty. Allí fue con el violín que le había regalado su padre, el único objeto que logró conservar luego de haber sobrevivido al horror que les costó la vida a seis millones de judíos. El “violín Katz” fue uno de los que sonó el miércoles por la noche en el Centro Cultural Kirchner durante el concierto Violins of Hope - Buenos Aires (Violines de la esperanza), organizado por el Ministerio de Cultura y la Embajada de la República Federal de Alemania.
“Es nuestro homenaje a las víctimas del nazismo, a los exiliados y perseguidos, a los muertos en campos de concentración, a los que perdieron la vida en aquel tiempo atroz y a sus familiares”, afirmó el ministro Tristán Bauer ante el público, en la actividad organizada en el marco de Foro Mundial por los Derechos Humanos que se desarrolla en Buenos Aires.
“Va nuestro homenaje también a las víctimas de la dictadura cívico-militar de 1976-1983, a los que en ese tiempo atroz fueron torturados, perseguidos, enviados al exilio, arrojados vivos al mar y asesinados, a los desaparecidos, a sus madres, a los niños nacidos en cautiverio, a sus abuelas y a sus seres queridos, los judíos fueron también allí particularmente perseguidos”, señaló, recordando los cuarenta años de democracia que están por cumplirse en el país.
La historia de los violines
“Cada violín representa a un ser humano: cuando todos los violines suenan en conjunto, entonces, representan a seis millones de asesinados que jamás olvidaremos”, señaló el embajador alemán en Argentina, Ulrich Sante, en su discurso desde el escenario del Auditorio Nacional.
“Son bellos violines que, a pesar de su bello sonido, traen consigo historias tristes y destinos terribles de las personas a las que alguna vez pertenecieron; son historias de personas perseguidas o asesinadas por los nazis por ser judías. Algunas tuvieron que tocar violín en campos de concentración y así pudieron salvar sus vidas”, afirmó.
Los dieciséis violines traídos al país forman parte de una colección de más de cien instrumentos restaurados por Amnon y Avshalom Weinstein, luthiers con sede en Tel Aviv y Estambul. “Pertenecieron a judíos antes y después de la guerra, y fueron donados por sobrevivientes, otros llegaron a través de familiares, algunos presentan estrellas de David como ornamentación y fueron agregadas por los luthiers que los construyeron”, se explicó durante la presentación, antes de que cada violín fuera entregado a su respectivo violinista para ser tocado.
El concierto fue antecedido por fragmentos del documento El viaje de Amnon, que narra el trabajo de recuperación de los violines, su restauración minuciosa y la historia de cómo los judíos fueron obligados a tocar el violín en Auschwitz para salvarse. Algunos de ellos lo hicieron, muchos no sobrevivieron para poder contarlo, pero quedaron sus violines. “No puede haber instrumento más judío que el violín (…) Los judíos confían en el violín, es la voz de su alma”, dijo uno de los protagonistas del documental.
La música como puente a la memoria
El concierto, a sala colmada, comenzó con Un sobreviviente en Varsovia, op. 46 de Arnold Schönberg, compositor austríaco y judío. La composición, escrita para narrador, coro masculino y orquesta sinfónica, narra en primera persona la experiencia del ghetto de Varsovia –donde murieron cerca de 300.000 personas–, las detenciones, las separaciones familiares, los golpes, las amenazas y las órdenes de muerte por parte de los nazis, que finalmente fueron derrotados en 1945.
Tras la interpretación de la obra de Schönberg por parte de la Orquesta Sinfónica Nacional y del Coro Polifónico Nacional, bajo la dirección del gran violinista Shlomo Mintz, el programa prosiguió con el concierto para violín y orquesta en mi menor, op.64 de Felix Mendelssohn y la Obertura trágica, op. 81 de Johannes Brahms.
La presentación de Violins of Hope en el marco del Foro Mundial de los Derechos Humanos fue un verdadero puente a una de las mayores tragedias de la historia del siglo XX, el Holocausto, así como a su memoria permanente, esta vez en forma de violines, violas y música en la noche de Buenos Aires. Como afirmó el presentador ante un auditorio silencioso y emocionado: “donde hubo música, hubo esperanza”.
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