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25 de mayo

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Desde el 25 de mayo de 1810, la Plaza –que era la de la Victoria y pasó a ser la de Mayo– es el escenario principal en el que se expresan las vicisitudes de nuestra vida en común argentina. Imposible no saberlo: esa vida en común nunca ha sido, y no lo es hoy, sin contradicciones, sin tensiones; nunca fue y nunca será tan prolija como preferirían que fuera quienes buscan ahogar sus diferencias: esas que aportan lxs trabajadores, los movimientos sociales, los feminismos, las Madres, etcétera. Porque las urgencias y los sueños llegan hasta la Plaza de Mayo a través de quienes disienten con un orden de cosas injusto, que hace de la felicidad un asunto individual, privado, que se desentiende de su dimensión colectiva y popular.

La Plaza de Mayo es el escenario público que de manera inexorable recuerda la existencia de la vida política de nuestra sociedad. Allí se inició y allí seguirá latiendo. Por eso cuando se la vacía a fuerza de terror o se la valla, cuando se la militariza y se extreman las medidas de seguridad, se torna inevitable que los deseos y los reclamos, que no dejan de ensancharse, se muevan caracoleantes por otros espacios, se alimenten de otras experiencias. Para desembocar finalmente en la Plaza de Mayo.

Se ha dicho que los momentos más felices de la vida pública ocurren cuando se impone la decisión compartida de comenzar algo nuevo. Nuevo, es obvio, en tanto no repite lo consabido; y nuevo también porque introduce una dimensión más amplia y abarcadora de la justicia. Si el horizonte estaba cerrado, lucía agotado y sin perspectivas, la novedad que trae consigo esa decisión, sostenida por fuerzas sociales postergadas, lo descerraja para que ingrese el porvenir. Eso ocurrió sin dudas el 25 de mayo de 1810. Por eso una y otra vez seguiremos evocando esa Plaza de Mayo, por eso ocupa un lugar inconmovible en la imaginación argentina. Es así que, asistidos por los riesgos que siempre conlleva lanzarse en un camino de transformaciones, nos interesa emparentar a ese 25 de mayo revolucionario con el de 1973, cuando luego de 18 años de proscripción del peronismo, jóvenes y trabajadores hicieron rebasar la Plaza de Mayo; y con el de 2003, cuando Néstor Kirchner asumía la presidencia de la Nación, en una de sus horas más críticas, y sin embargo daba comienzo a una situación de reparación de los daños sociales provocados por políticas económicas orientadas solo a favor del mercado. Una situación en la que comprometió al Estado, en un vuelco que no podían imaginar las multitudes que en diciembre de 2001 ocuparon la misma Plaza que pronto nos volverá a encontrar apretujados.

El Centro Cultural Kirchner presenta esta selección de imágenes en coproducción con el Archivo General de la Nación, en el marco de la alianza y trabajo conjunto que ambas instituciones sostienen desde el 2020.

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